martes, 26 de marzo de 2024

DESTACA LA VIVACIDAD DE LUPE VÉLEZ EN EL ALA ROTA: The New York Times


Leo Carrillo nos da el retrato de un simpático matón mexicano en esta versión cinema- tográfica de la obra teatral El ala rota, que es la atracción principal en el cine Paramount. Puede que no sea una historia nueva, pero resulta un entretenimiento muy divertido y una espléndida producción actuada con eficiencia por su reparto, que incluye la vivacidad de Lupe Vélez.

El capitán Inocencio de El Suelo, México, no es un hombre como para burlarse de él. Uno puede preguntar quién es el jefe de la policía del pueblo y enterarse de que es el capitán Inocencio. Pero también es el alcalde, el fiscal, el juez y el ejecutor cuando se le place disponer de una vida. Como juez, parecería haber estudiado a Salomón. Divorcia a una pareja en un segundo y al siguiente ya los está volviendo a casar.

Lupe Vélez interpreta a la reacia pero encantadora Lolita, hija adoptiva del afable Luther Farley. Es de ella de quien Inocencio está enamorado. Le obsequia los vestidos y accesorios que se ha robado; para él no hay nada de malo en eso, más aún cuando Lolita queda encantada con cada regalo. Pero regalos o no, Lolita no está precisamente enamorada de Inocencio. Espera a alguien más, sobre todo después de que un par de tenedores cruzados han caído al piso ya que según una de las criadas, eso significa que el rey de corazones está a punto de llegar a la casa. Inocencio fanfarronea que ese rey de corazones es él, pero Lolita mantiene sus dudas. Prefiere esperar más tiempo.


Entonces, en medio de la tormenta llega un aeroplano, intentando el aterrizaje se estrella contra un árbol y el piloto es llevado inconsciente a la casa de Farley. Inocencio atiende al herido aunque sospecha que ese gringo puede volverse el rey de corazones y que entonces no debería ser tan amable con él. El herido recupera su salud, pero sufre de amnesia y no recuerda ni su nombre.

En determinado momento, el terrible Inocencio decide deshacerse de su rival americano de la manera más fácil -poniéndolo de espaldas a la pared para fusilarlo. Desafía la ira de Lolita cediéndole el comando de la orden. Permanece sordo ante los ruegos de su viejo amigo, Justin Bailey, y rehúsa escuchar las razones expresadas por Farley. El intruso que cayó desde el aire debe ser ejecutado. Es todo. Pero, como no hay historias que puedan terminar así, uno puede adelantar la conclusión de que el estimable piloto americano será salvado justo a tiempo, lo que, por supuesto, sucede.

Melvyn Douglas hace un buen trabajo como el aviador. George Barbier luce plenamente agradable como Farley. Pero el peso de la historia lo sostienen Leo Carrillo y la señorita Vélez. Con la intensidad de sus confrontaciones y el colorido de sus diálogos, logran el máximo provecho de sus respectivos roles.


Mordaunt Hall, publicado en The New York Times el 26 de marzo de 1932.

(Traducido del inglés por Jules Etienne).

Las ilustraciones corresponden a Melvyn Douglas y Lupe Vélez en la imagen superior,
y a Leo Carrillo y Lupe Vélez, en la película El ala rota (The Broken Wing, 1932).

La crónica completa en inglés puede leerse en:

lunes, 25 de marzo de 2024

EL ALA ROTA: otra vez la censura


De regreso a Hollywood después de su escapada a Europa con John Gilbert, y libre del contrato que tenía con la Metro, la Paramount le ofreció a Lupe el estelar en El ala rota (The Broken Wing), basada en una obra teatral de 1920 que tres años después adaptada al cine por primera vez en una versión muda.

Su personaje se llamaría Dolores -o Lolita, su apelativo cariñoso-, igual que en La canción del lobo, y sería la hija adoptiva de un hacendado norteamericano en El Suelo, ficticio pueblo en la frontera que era gobernado con mano férrea por el capitán Inocencio, empecinado en casarse con ella a pesar de su rechazo. Una noche lluviosa, mientras se encuentran cenando, ella ataja su insistencia asegurándole que las cartas de la baraja presagian que todavía no ha conocido al que será el hombre de su vida. En eso, una avioneta fuera de control se estrella contra los muros de la hacienda. Rescatan aún con vida a su piloto -interpretado por Melvyn Douglas-, quien a consecuencia del accidente sufre de amnesia. Como era de suponerse, Lolita se enamora de él desatando los celos de Inocencio, sobre todo después de que los encuentra abrazándose, por lo que le exige al forastero que abandone el pueblo de inmediato. Tratando de evitarlo, Sylvester, un amigo del padre de Lolita, improvisa una historia: aprovecha la llegada de su mujer para que se haga pasar por la esposa del piloto y de ese modo mantenerlo al margen de una predecible venganza. Sin embargo, cuando éste recupera la memoria, la desconoce y aclara que no es casado. Inocencio lo encierra en la cárcel para ejecutarlo como responsable de varios delitos, entre ellos el de mentir a la autoridad. En eso llegan los federales, a quienes Sylvester ha puesto al tanto de las arbitrariedades de Inocencio, y lo salvan. El piloto y Lolita dejan El Suelo para volar juntos.

Como consecuencia de los aspectos desfavorables que caracterizaban a Inocencio: un oficial del ejército abusivo y prepotente, caracterizado por Leo Carrillo -quien sustentaría gran parte de su trayectoria en el cine a la sombra del estereotipo del villano mexicano-, las autoridades en México no permitieron la exhibición de la película. Por eso, y a pesar de haber sido protagonizada por Lupe Vélez, quien ya se había puesto de moda entre sus compatriotas, El ala rota se estre- naría en los Estados Unidos el 25 de marzo de 1932, pero sin que llegara a proyectarse en las salas de cine mexicanas.


Jules Etienne

La ilustración superior corresponde a Lupe Vélez con Melvyn Douglas en un fotograma de la película El ala rota (The Broken Wing, 1932) y con Leo Carrillo en la fotografía que aparece en la parte inferior.

viernes, 22 de marzo de 2024

LA ZANDUNGA: agotadas las localidades


La actuación de nuestra máxima estrella Lupe Vélez, cuyo nombre lleno de gloria es conocido y justipreciado en todo el mundo, era más que una garantía para los miles de aficionados que batieron todos los records de entradas para una premiére en películas nacionales.
...

Es una cinta costumbrista que muestra al público uno de los aspectos más bellos y desconocidos de esta tierra, una película que no sólo es fuente de entretenimiento, sino también un interesante conjunto de bellísimos cuadros de una región que, siendo tan nuestra, se nos antoja de otros lugares por ser tan pintoresca.

S. L. de Ortigosa en la columna Cinerías,
publicada en el diario La Afición el 22 de marzo de 1938.

Las ilustraciones corresponden a Lupe Vélez en un fotograma de la película La Zandunga (1937) y a una fotografía del antiguo cine Alameda con cupo completo.
Proviene del sitio http://homocinefilus.com de Fernando Bañuelos.

miércoles, 20 de marzo de 2024

Una noche fría, a mediados de marzo...


(Fragmento del primer capítulo: Despedida en voz baja)

Su debut estaba anunciado en el Principal un miércoles a mediados de marzo, en la que sería una noche húmeda y fría que dilataba el final del invierno.

- Muchacha, nos apena mucho pero te tenemos una mala noticia –Lupe ya estaba vestida y, como era su costumbre, alborotada-. No te vas a poder presentar.

- ¿Por qué? –les preguntó a los empresarios conteniendo una de sus temibles rabietas-.

- Como no perteneces al sindicato, si permitimos tu número nos cierran el teatro.

Los miró incrédula.

- Y entonces ¿qué tengo que hacer?

- No es tan complicado –intervino el delegado sindical, un hombre de cabello muy negro, relamido y con un abundante bigote por el que parecía hablar, ya que se desparramaba sobre sus labios-. Todo es cuestión de que firme una solicitud y se le de curso para que esté usted en condiciones de actuar. Yo mismo la podría ayudar, si lo considera necesario –le ofreció, mientras se pasaba un pañuelo para secarse el sudor de la frente.

- ¿Dónde están los papeles que tengo que firmar? –pidió ansiosa, haciendo el ademán de que escribía en el aire con su mano diestra.

- Bueno –carraspeó el sujeto-, así no es el procedimiento. Se requiere someterlo al trámite pertinente –deletreó la última palabra como buscando justificarse.

- Valiente ayuda la suya –le dijo Lupe, burlona-. Y ahora, con su permiso, voy a expli- cárselo al público.

- De veras lo lamento, pero eso no va a ser posible, señorita. No puede usted presentar- se en el escenario.

- ¿Ni siquiera para disculparme? –empezaba a enfurecer.

- Bajo ninguna circunstancia puedo hacer una ex- cepción.

- Lo bueno es que está dispuesto a ayudarme porque si no, ¡imagínese!

Buscó la manera de subir a una de las plateas y desde allí se dirigió al público:

- No es que yo no quiera salir al escenario, como escuché que alguien dijo por ahí. Es que no me dejan. Pero ya me verán cantar, bailar y todo lo que se me ocurra para divertirlos.

Esa noche, entre la frustración y el berrinche, Lupe le pidió su cigarrillo a uno de los empresarios: nunca antes había fumado. Desde entonces, esa costumbre la acompa- ñaría siempre.

Ningún profesor me enseñó canto ni danza tampoco. Yo creo que algo debo haber heredado de mi mamá, que cantaba en una compañía infantil y estuvo trabajando con Esperanza Iris. Ni siquiera se sorprendió cuando le dije que había renunciado con don Federico en la camisería y que pensaba dedicarme a lo que siempre me ha gustado. Ya desde niña prefería jugar al teatro que a las muñecas. Mira, papá, ¿quién soy?... A ver, a ver, déjame adivinar... Ándale, papito, ¡dime!... Ya sé, eres una musa... ¿Qué es una musa, papá?... Como una diosa griega... ¡No! Soy la espía Mata Jari de la que estabas platicando con mi mamá el otro día... Estábamos hablando de ella porque la fusilaron. Tú no vas a ser una espía. Eso es algo muy complicado que no te va a gustar... ¿Qué hacen los espías?... Otro día te lo explico… ¿Cómo sabes que no me va a gustar?… Porque a los espías los fusilan. Es mejor una diosa griega o una musa, hazme caso… ¿Qué hace esta niña enredada en una sábana?... Soy un personaje en una obra de teatro… ¿De dónde tomaste ese maquillaje, eh? Orita mismo me lo vas a decir… No es maquillaje, mamá, me dejé la cara colorada con papel de china y luego me puse tantita harina… ¡Esa es m’ija! ¿Ves, mujer? Ya deja de regañarla… Y hasta una flor se puso en la oreja esta chamaca, no sé que vamos a hacer con ella cuando crezca… Inventaba pasos de baile frente al espejo. Por eso cuando salí a escena por primera vez, no me dio miedo. Sabía que el público me iba a recibir bien.

Jules Etienne

El incidente narrado tuvo lugar el 11 de marzo de 1925 en el teatro Principal.
El debut de Lupe Vélez se pospuso hasta el 1 de abril de ese año en el mismo teatro.

Las ilustraciones corresponden a una fotografía de la entrada del antiguo teatro Principal en la ciudad de México,
y de Lupe Vélez como tiple en 1925.

martes, 19 de marzo de 2024

Lupe Vélez conoció a Arturo de Córdova durante el rodaje de LA ZANDUNGA


(Fragmento del capítulo 16: Zandunga no seas ingrata)

A Lupe, el personaje de la película, la asediaban los hombres: el maduro Atanasio, el tehuano Ramón y un marino jarocho a quien llamaban Juancho. Al calor del trópico artificial que se pretendía recrear en una hacienda del templado Atizapán, con sus largas trenzas, el huipil y la falda con flores bordadas a la usanza oaxaqueña, cantaba: Espejito compañero, mírame que triste estoy... Lupe veía como sus pretendientes se enfrentaban con tal de merecer su amor. Don Atanasio, en venganza porque no es correspondido, despoja al padre de Lupe de su platanar. Ella se ve obligada a trabajar, Ramón entra en su defensa y agrede a Atanasio. El alcalde resuelve que lo mejor será encerrarlos a ambos esperando que con eso se enfríen los ánimos. Lupe, la de la película, para demostrar su gratitud le promete a Ramón que se casará con él en cuanto salga de la cárcel, aunque en realidad de quien se ha enamorado es del jarocho. Se me fue el hombre que quiero y me muero por su amor. Cuando éste regresa, ella se mantiene fiel a su palabra, pero Ramón, en un arranque de nobleza, al percatarse de que es a Juancho a quien ella ama, la libera del compromiso para que pueda casarse con el marino, el ave de paso. Dime tú, que eres fiel, si algún día me vendrá a consolar, pues me mata esta pena tan cruel y me muero de tanto esperar.

A Lupe, la real, también la asediaban los hombres. Con un marido ausente, por muy Tarzán que fuese, y la bien merecida fama de sus amoríos, no faltaron los que jugaban a la lotería de la proximidad, a ser aquél que se encontrara cerca de ella en el momento que se animara a obsequiar- se otro sus antojos. Pero se equivocaron, porque ella ya había hecho su propia elección.
...

Lupe, el personaje de la película, la tehuana ingenua a la que pretendían los hombres, cuyos besos eran en blanco y negro, se enamoró del jarocho Juancho, quien ni siquiera se llamaba así porque en realidad era personificado por Arturo de Córdova, que había nacido en Yucatán.

Lupe, la verdadera, la estrella de cine que provocaba el deseo hasta en desconocidos que sólo la habían visto a través de la pantalla, acostumbrada a seducir a los hombres con los que se encaprichaba los besaba piel con piel, se enamoró de Arturo de Córdova, quien tampoco se llamaba así porque su verdadero nombre era Arturo García Rodríguez y era un mexicano que había crecido en Argentina.

Jules Etienne

La ilustración corresponde a Lupe Vélez y Arturo de Córdova
en un fotograma de la película La Zandunga (1937).

lunes, 18 de marzo de 2024

Estreno en México de LA ZANDUNGA


La Zandunga había sido la producción más costosa en la historia del cine mexicano cuando se filmó, en 1937. Por eso las expectativas en torno al regreso de Lupe Vélez, la mexicana que había triunfado en Hollywood, eran tantas. Al concluir su rodaje declararía a la revista Continental:

"Volví encantada de mi México y estoy segura de que La Zandunga será una gran película. ¡No, no he hecho ninguna otra más a gusto! Ojalá haya acertado en la interpretación de mi papel. Fuera de trabajo me divertí cuanto pude."

El poeta y dramaturgo Xavier Villaurutia, comentó: "En esta Zandunga, Lupe Vélez se anota, a pesar de todo, un triunfo personal que no tendrá que compartir siquiera con las canciones..."


Y muchos años después, Carlos Monsiváis también se referiría al trabajo de Lupe: "Cuando canta Espejito o La Xunca, está en el apogeo de su belleza y su vitalidad. Ella, la posibilidad de una gran figura femenina expresiva, es la esencia y el sentido de la película."

La Zandunga se estrenaría finalmente en el cine Alameda de la ciudad de México ante llenos absolutos, coincidiendo con la misma fecha en la que el entonces presidente Lázaro Cárdenas decretaba la expropiación petrolera, el 18 de marzo de 1938.


Jules Etienne

La ilustración corresponde a Lupe Vélez acompañada por María Luisa Zea
en una escena de La Zandunga (1937) y a un fotomontaje de la película.

sábado, 16 de marzo de 2024

El puerto del infierno (Hell Harbor): EL AMOR LLEGA EN UN MINUTO

"No le des ni caridad a mujer que tenga dueño, dice por ahí un refrán vulgar pero verdadero..."

(Fragmento del capítulo 7: El jardín de las malicias)

Podía cantar, podía decir cuánto lo amaba, pero más bien quería gritarlo. Por eso le pedía al perico que repitiera su nombre: “Gary, Gary, Gary”, hasta el cansancio. Iluminada por el resplandor de su propia pasión, la belleza de Lupe era más evidente que nunca en aquel 1929. A pesar de los altibajos de su relación con Cooper, la ilusión amorosa continuaba exaltando su vida.

Cuando bajó del tren en la estación del ferrocarril de Tampa, a mediados de septiembre, fue recibida por el propio gobernador de Florida, Doyle Carlton, y el periódico local publicó una bienvenida a todo lo ancho de una plana en tanto que la comunidad latina la declaró su estrella favorita. Era la primera ocasión en que una producción de Hollywood adoptaba ese lugar como escenario.

Nunca hubo otro descendiente de un pirata más dulce que Anita Morgan. La ferocidad de su antepasado, el temible Henry Morgan, azote de los galeones españoles, se diluyó en los casi tres siglos que transcu- rrieron entre la fecha de su nacimiento real y el rodaje del ficticio Puerto del infierno. Todo es asequible en la realidad alternativa del cine. La acción tenía lugar en una isla del Caribe entre aventuras de marinos con pata de palo que trafican con perlas y otro más con parche en el ojo que toca el acordeón mientras Lupe entona en español una vieja canción mexicana y no cubana, como lo dictaba el entorno:  No le des ni caridad a mujer que tenga dueño, dice por ahí un refrán vulgar pero verdadero, quien da pan a perro ajeno pierde pan y pierde perro. Anita, quien se la pasa soñando con conocer La Habana, es entregada por su propio padre para casarse con el villano y de esa manera comprar su silencio como testigo de un crimen. El héroe, de quien ella se ha enamorado a primera vista –porque no podría ser de otra manera-, aparece en el momento justo para impedirlo: El amor no llega en media hora, asegura él. El amor llega en un minuto, replica ella en la película. Lupe estaba convencida de que en realidad eso era una verdad dogmática más allá del estricto ámbito de la pantalla.

Jules Etienne

viernes, 15 de marzo de 2024

Antes de la censura: EL PUERTO DEL INFIERNO


Aseguraba George Bernard Shaw que "la primera condición del progreso es la eliminación de la censura", y en Hollywood sucedió precisamente lo opuesto. Cuando el advenimiento del sonido presagiaba una nueva época y diferentes estilos de expresión para el cine, decidieron aplicar un código moral exagerado y absurdo. Promovido por la liga de la decencia e impulsado por Will Hayes, quien acabaría por convertirse en el primer presidente de la Asociación de productores y distribuidores de películas, fue ideado por Martin Quigley y el sacerdote católico Daniel Lord -por cierto, guía espiritual de Cecil B. DeMille-. En 1930 elaboraron un reglamento que impondría los límites que desde entonces tendrían que respetar, sin excepción, todas las películas. Sus preceptos básicos enunciaban que no se autorizaría ninguna película que pudiera rebajar el nivel moral de los espectadores, el estilo de los personajes descritos debería ser el correcto y la ley, natural o humana, nunca debería ser ridiculizada. Les llevó cuatro años lograr su cometido, el código se aplicaría a partir de 1934 y hasta 1968, en que finalmente fue sustituido por un nuevo sistema de clasificación.

El puerto del infierno (Hell Harbor), cuyo tema eran los piratas con pata de palo y parche en el ojo, presentaba escenas muy provocativas de Lupe Vélez junto con su coprotagonista John Holland y no sólo eso, la historia reunía suficientes aspectos escabrosos como para merecer la censura: Henry Morgan, descendiente del famoso pirata del mismo apellido, había cometido un crimen y para acallar al único testigo, acepta entregarle en matrimonio a su hija Anita -interpretada por Lupe-, como pago por su complicidad.

La cinta en cuestión se exhibió antes de que las legiones moralizantes tuvieran el poder para impedirlo, por lo que Lupe pudo desplegar sin recato toda la vitalidad de su encanto sexual. Filmada a finales de 1929, El puerto del infierno se estrenó en el cine Rialto de Nueva York el 15 de marzo de 1930. A México llegaría hasta enero del año siguiente.


Jules Etienne

Las ilustraciones corresponden a Lupe Vélez y John Holland en un fotograma de la película El puerto del infierno (Hell Harbor, 1930), y a un recorte de periódico
anunciando su exhibición.

miércoles, 13 de marzo de 2024

Variety: CANCIÓN DE AMOR es una película dominada por Lupe Vélez

"Las risas incluyen una batalla de slapstick entre un afeminado maestro de urbanidad y la soubrette Lupe Vélez."

Buena, pero no excelente, es esta película dominada por Lupe Vélez, la novedosa y refrescante figura de origen mexicano. Griffith ha manejado esta historia con muy poco de su antigua maestría, pero con un ojo puesto en la nueva moda del sex appeal que seguramente incrementará la presencia del público en taquilla. Posiblemente, Canción de amor (Lady of the Pavements) sea la pelícla que más dinero le produzca a Griffith en muchos años. No añadirá nada a su prestigio de artista, pero en cambio le reportará mucho enla taquilla.

Lupe Vélez lo tiene todo en la película y nueve de cada diez close ups son suyos, a pesar de ser la tercera en el reparto. Obviamente, y con buenas razones, United Artists está explotando a Lupe por el método del spotlight, que es el más rápido de todos. Canción de amor es apenas su tercera o cuarta película importante, pero ésta debe colocarla en el estrellato. De toda una sarta de señoritas de ascendencia española, latina o mexicana, ella y Dolores del Río son prácticamente las únicas que han llegado a destacar. Originalmente, Sam Taylor iba a dirigirla y tenía lista toda la adaptación cuando fue cambiado a otra película. El argumento es muy compacto, bien conectado y bastante ágil en su ritmo. Dura 90 minutos, que es tal vez demasiado, pero es más o menos el promedio para producciones con pretensiones como ésta. La canción, escrita por Berlin, se oye a lo largo de todo el filme, casi siempre cantada por la señorita Vélez.

William Boyd, muy guapo y juvenil en su uniforme de militar pru- siano, tiene pocas oportunidades, que ha de ser la queja de todo el reparto, con excepción de Lupe. Albert Conti, especialista en esta clase de papeles, actúa sutilmente como el chambelán de Napoleón III. Conti parece tener en Hollywood la misma condición utilitaria de Adolphe Menjou antes de que Una mujer de París (A Woman of Paris; Chaplin, 1923) lo elevara al estrellato. En otra época hubieran llamdo a Menjou. Ahora echan mano de Conti. Las risas incluyen una batalla de slapstick entre un afeminado maestro de urbanidad y la soubrette Lupe Vélez.


Land, publicado en Variety el 13 de marzo de 1929.

lunes, 11 de marzo de 2024

The New York Times: LUPE VÉLEZ ES LO MEJOR DEL REPARTO EN CANCIÓN DE AMOR



La más reciente contribución de Griffith al cine es una hermosa producción con espaciosos escenarios pródigamente decorados, brillante fotografía, uniformes impecables, amplias y vaporosas crinolinas. Este idilio germano-español que transcurre en la capital francesa durante los día de Napoleón el pequeño, está puesto al día con abundancia de close ups y algunos besos de medio minuto. El resultado de todo esto no provoca ningún entusiasmo y aunque en el penúltimo capítulo haya algo de tristeza, ya se sabe que al final aparecerá una luminosa sonrisa en el rostro de Lupe Vélez.

Cuatro veces al día, la señorita Vélez se presenta en el escenario antes de la película. La fascinante, vivaracha e ingeniosa muchacha no parecía consternada en lo absoluto, como lo estaban los miles de espectadores ayer por la tarde. La verdad es que sus canciones y su parloteo se quedaban lejos de entretener, como ya ha ocurrido también con algunas de las luminarias de Hollywood que se han presentado antes de la proyección de sus películas. Sin embargo, la señorita Vélez es muy graciosa y su conocimiento limitado del idioma inglés nunca pareció importarle, ya que cuando no sabía cómo terminar una frase, la concluía con alguna expresión coloquial. Imitó deliciosamente a su rival en Canción de amor, Jetta Goudal, lo mismo que a Gloria Swanson y Dolores del Río.

La elección de la señorita Vélez es lo mejor del reparto. Ofrece una más que competente interpretación como la cantante y bailarina española del cabaret parisino Le chien qui fume (el perro que fuma), donde se ve más que dispuesta a morder las manos de sus admiradores antes que acariciarlos o besarlos. Lo que ocurre después, cuando se le educa para presentarse en la alta sociedad, nos hace recordar vagamente a Pigmalión o Madame Sans Gene.

Hacia el final, Griffith consigue un hábil manejo de la cámara: Nanón, entristecida, regresa a Le chien qui fume, con sus viejos amigos y cuando se pone a cantar algo extraño sucede: los espectadores del cabaret van cambiando gradualmente su figura por la del conde hasta que en un momento media docena de Von Armin rodean a Nanón. Como es lógico suponer, uno de ellos es el verdadero amante que ha regresado por ella.

Los uniformes de los oficiales, incluyendo el de Von Armin, son más una reminiscencia de algún reino imaginario que de los días de Napoleón III. Por lo que se refiere a William Boyd, su bien afeitado rostro y su corte de pelo tan norteamericano, difícilmente ayudan a dar la impresión de un attaché diplomático o una persona de la época.


Mordaunt Hall, publicado en The New York Times el 11 de marzo de 1929.

(Traducido al español por Jules Etienne).

La ilustración es un fotograma de Lupe Vélez con Albert Conti en Canción de amor
(Lady of the Pavements, 1929) y de la publicidad del estreno en ese mismo  periódico.

La crónica completa en inglés se puede leer en:
http://movies.nytimes.com/movie/review?res=9E01E0D6153EE33ABC4952DFB5668382639EDE

miércoles, 6 de marzo de 2024

Lupe Vélez: "¿HA VISTO USTED SILENCIO MÁS ABSOLUTO?"


 (Fragmento inicial del capítulo 5: Cuéntame una de vaqueros)

"¡Jesús! Esto pone los pelos de punta. ¿Ha visto usted silencio más absoluto?"
Lupe Vélez

Los técnicos caminaban por el set con sus zapatos cubiertos por forros de tela para no hacer ruido, se comunicaban a señas, se miraban entre sí con el dedo índice sobre los labios subrayando el hecho de que debían permanecer callados. El director de la película, D. W. Griffith, con el sombrero puesto, saco arremangado, acababa de ordenar “un beso especial”:

En el París de Napoleón III, a mediados del siglo diecinueve, la cantante española Nanón del Rayón encabeza la variedad del cabaret El Perro que Fuma. El conde Karl von Arnim, agregado militar en la embajada prusiana, ha obtenido el consentimiento del emperador para celebrar el matrimonio con su prometida, la condesa Diana des Granges. Para su desventura, cuando se dispone a compartir con ella la buena nueva, la encuentra con otro hombre. Furioso, le asegura que prefiere casarse con una mujer de la calle –eufemismo propio de la época-. Entonces, la condesa acude al cabaret con el fin de contratar a Nanón, convenciéndola de que asista haciéndose pasar como una de sus invitadas a la fiesta en su mansión, para de esa manera demostrarle a Karl que ni siquiera es capaz de distinguir a una golfa cuando la tiene enfrente. Al final, como sucedería en cualquier historia de amor que pretenda conmover al público, el conde se enamora de Nanón y se dirige a buscarla al cabaret, porque el cine siempre ha preferido recompensar a las putas de buen corazón por encima de las aristócratas engreídas. En uno de esos portentosos anacronismos que sólo la pantalla es capaz de crear la ilusión de que son posibles, ella canta: Casi todo el mundo parece estar escuchando una melodía de amor, cada quien tiene una divina canción de amor ¿Cuándo escucharé la mía? ¿Dónde está la canción de canciones para mí?, de Irving Berlin –compuesta en pleno siglo XX-, en tanto que los semblantes de los parroquianos van adquiriendo gradualmente, uno tras otro, la imagen de Karl, hasta que el verdadero se aproxima a ella para pedirle que se vayan juntos.

Lupe era, por supuesto, Nanón y William Boyd un conde prusiano de inequívoca apariencia norteamericana. Para esa trama se requería filmar este beso que demandaba tanto silencio: eran los ojos de Karl enamorados del rostro de Nanón, tenían el arrobamiento ilusorio del cine procurando persuadir a los espectadores con las imágenes de su encuadre de que el amor es real, porque si sucede en la pantalla entonces también existirá en la mente de quienes lo presencian, y ella le devolverá una mirada igualmente apasionada al amparo de sus enormes pestañas, sin parpadear, cuando él, por fin, la atrae contra su cuerpo para besarla. Las cámaras registraban el pietaje de película utilizada, eran veinte, cuarenta, sesenta, setenta... hasta que al llegar a los ochenta pies, Griffith indicó oscurecer y luego el corte. Con su maniático afán perfeccionista, había ordenado que repitieran el beso y la tensión estaba de regreso en el foro. Cuando el cine era mudo todos podían hablar durante los rodajes, al volverse parlante exigió un paradójico mutismo.

Jules Etienne

La ilustración corresponde a un fotomontaje publicitario de Lupe Vélez y Wlliam Boyd
durante la escena del beso en Canción de amor (Lady of the Pavements, 1929). 

viernes, 1 de marzo de 2024

Cuando D. W. Griffith dirigió a Lupe Vélez


(Fragmento final del capítulo 4: Y se hizo el sonido)

El advenimiento del sonido había provocado una severa crisis entre las estrellas del cine mudo. Los ademanes ya no serían suficientes y ahora tendrían que transformar su voz en otra herramienta de trabajo. A los actores de origen europeo les preocupaba su acento extranjero y a los demás, el que los timbres de sus voces no fueran el reflejo de la imagen que habían forjado. Algunos de plano hicieron maletas para regresar a sus países natales, otros se esforzaron por mejorar la dicción y hubo quienes simplemente se resignaron a cumplir sus contratos vigentes con las compañías productoras. Para Lupe eso nunca fue un problema. Tenía la voz clara y podía cantar. Su acento se convirtió en un sello exótico que le permitía reforzar su imagen para encarnar personajes extranjeros.

Pero Griffith, el arriesgado innovador, se había estancado en el teatro del silencio. Los diálogos habían invadido por asalto los estudios de cine modificando la forma tradicional de escribir los guiones y concebir la acción. DW, como se le conocía por las iniciales de su nombre: David Wark, era un anciano prematuro al borde del retiro a sus cincuenta y tres años, cargando con el peso de los más de quinientos títulos de una filmografía sin parlamentos. Entonces Griffith, fiel a su estilo, con su característico sombrero de paja, responsable del nacimiento de una emoción, sometido por la intolerancia de productores que le imponían sus exigencias, presenciaba como se iba desmoronando el universo que había logrado construir con fotogramas de nitrato de plata. Ese mismo Griffith o, mejor dicho, su espectro alcoholizado, amargo y cínico, se disponía a dirigir a la nueva sensación de la pantalla, la mexicana que algún día escupiría fuego.

Jules Etienne

La fotografía corresponde a D. W. Griffith dirigiendo en el set de la película Canción de amor
(Lady of the Pavements, 1929). Lupe Vélez aparece al centro, de espalda a la cámara.