(Fragmento del capítulo 16: Zandunga no seas ingrata)
A Lupe, el personaje de la película, la asediaban los hombres: el maduro Atanasio, el tehuano Ramón y un marino jarocho a quien llamaban Juancho. Al calor del trópico artificial que se pretendía recrear en una hacienda del templado Atizapán, con sus largas trenzas, el huipil y la falda con flores bordadas a la usanza oaxaqueña, cantaba: Espejito compañero, mírame que triste estoy... Lupe veía como sus pretendientes se enfrentaban con tal de merecer su amor. Don Atanasio, en venganza porque no es correspondido, despoja al padre de Lupe de su platanar. Ella se ve obligada a trabajar, Ramón entra en su defensa y agrede a Atanasio. El alcalde resuelve que lo mejor será encerrarlos a ambos esperando que con eso se enfríen los ánimos. Lupe, la de la película, para demostrar su gratitud le promete a Ramón que se casará con él en cuanto salga de la cárcel, aunque en realidad de quien se ha enamorado es del jarocho. Se me fue el hombre que quiero y me muero por su amor. Cuando éste regresa, ella se mantiene fiel a su palabra, pero Ramón, en un arranque de nobleza, al percatarse de que es a Juancho a quien ella ama, la libera del compromiso para que pueda casarse con el marino, el ave de paso. Dime tú, que eres fiel, si algún día me vendrá a consolar, pues me mata esta pena tan cruel y me muero de tanto esperar.
A Lupe, la real, también la asediaban los hombres. Con un marido ausente, por muy Tarzán que fuese, y la bien merecida fama de sus amoríos, no faltaron los que jugaban a la lotería de la proximidad, a ser aquél que se encontrara cerca de ella en el momento que se animara a obsequiar- se otro sus antojos. Pero se equivocaron, porque ella ya había hecho su propia elección.
...
Lupe, el personaje de la película, la tehuana ingenua a la que pretendían los hombres, cuyos besos eran en blanco y negro, se enamoró del jarocho Juancho, quien ni siquiera se llamaba así porque en realidad era personificado por Arturo de Córdova, que había nacido en Yucatán.
Lupe, la verdadera, la estrella de cine que provocaba el deseo hasta en desconocidos que sólo la habían visto a través de la pantalla, acostumbrada a seducir a los hombres con los que se encaprichaba los besaba piel con piel, se enamoró de Arturo de Córdova, quien tampoco se llamaba así porque su verdadero nombre era Arturo García Rodríguez y era un mexicano que había crecido en Argentina.
Jules Etienne
La ilustración corresponde a Lupe Vélez y Arturo de Córdova
en un fotograma de la película La Zandunga (1937).
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