(Fragmento inicial del capítulo 5: Cuéntame una de vaqueros)
"¡Jesús! Esto pone los pelos de punta. ¿Ha visto usted silencio más absoluto?"
Lupe Vélez
Los técnicos
caminaban por el set con sus zapatos cubiertos por forros de tela para no hacer
ruido, se comunicaban a señas, se miraban entre sí con el dedo índice sobre los
labios subrayando el hecho de que debían permanecer callados. El director de la
película, D. W. Griffith, con el sombrero puesto, saco arremangado, acababa de
ordenar “un beso especial”:
En el París
de Napoleón III, a mediados del siglo diecinueve, la cantante española Nanón
del Rayón encabeza la variedad del cabaret El
Perro que Fuma. El conde Karl von Arnim, agregado militar en la embajada
prusiana, ha obtenido el consentimiento del emperador para celebrar el
matrimonio con su prometida, la condesa Diana des Granges. Para su desventura,
cuando se dispone a compartir con ella la buena nueva, la encuentra con otro
hombre. Furioso, le asegura que prefiere casarse con una mujer de la calle
–eufemismo propio de la época-. Entonces, la condesa acude al cabaret con el
fin de contratar a Nanón, convenciéndola de que asista haciéndose pasar como una
de sus invitadas a la fiesta en su mansión, para de esa manera demostrarle a
Karl que ni siquiera es capaz de distinguir a una golfa cuando la tiene
enfrente. Al final, como sucedería en cualquier historia de amor que pretenda
conmover al público, el conde se enamora de Nanón y se dirige a buscarla al
cabaret, porque el cine siempre ha preferido recompensar a las putas de buen
corazón por encima de las aristócratas engreídas. En uno de esos portentosos
anacronismos que sólo la pantalla es capaz de crear la ilusión de que son
posibles, ella canta: Casi todo el mundo
parece estar escuchando una melodía de amor, cada quien tiene una divina
canción de amor ¿Cuándo escucharé la mía? ¿Dónde está la canción de canciones
para mí?, de Irving Berlin –compuesta en pleno siglo XX-, en tanto que los
semblantes de los parroquianos van adquiriendo gradualmente, uno tras otro, la
imagen de Karl, hasta que el verdadero se aproxima a ella para pedirle que se
vayan juntos.
Jules Etienne
La ilustración corresponde a un fotomontaje publicitario de Lupe Vélez y Wlliam Boyd
La ilustración corresponde a un fotomontaje publicitario de Lupe Vélez y Wlliam Boyd
durante la escena del beso en Canción de amor (Lady of the Pavements, 1929).
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