lunes, 18 de diciembre de 2023

Lupe Vélez: DE LA MUERTE AL MITO


No es fácil ser estrella de cine, y si no, que se lo pregunten a Clara Bow o a Buster Keaton, que acabaron en el manicomio, a Olive Thomas*, el primer gran escándalo en la cuenta de Hollywood, a Marilyn... o a Lupe.

La expresión hecha lugar común lo denomina "el precio de la fama", la vida hecha película lo cobra como arancel: las veinticuatro mentiras por segundo, una por cada hora del día, de cada fotograma que da forma al equivalente de un segundo de imagen en la pantalla.

Resulta difícil para un ser humano cualquiera, de pronto verse convertido en la materia de la que se nutre la fantasía de los admiradores, quienes convierten su existencia en mero deseo, aunque para esos pocos elegidos, beneficiarios de la fama, objeto de la envidia ajena, su vida, a partir de ese momento, deja de pertenecerles.

Lupe emprendió la aventura de Hollywood aún adolescente, a los diecisiete años: "Por fin llegué a Los Ángeles, sola, con muchas ilusiones y ningún dinero". Al poco tiempo comenzaría su propio cuento de hadas, el mismo que vivieron antes que ella, Gloria Swanson y Greta Garbo. Jóvenes humildes, anónimas, transformadas en diosas anheladas por las masas que pagan su boleto de entrada para entonces también adquirir el derecho de soñar con ellas. Por eso les resulta tan difícil advertir cuando han perdido su condición de mito. Se resisten a aceptar el hecho de haberlo tenido todo para luego regresar a ser otro nadie, como cualquier mortal.

Lupe fue acusada por los críticos de cine -esos parásitos que viven del éxito y el fracaso ajenos-, de haber tenido una carrera mediocre, de no haber hecho nunca una gran película. Pero, en cambio, ella podía presumir algo a lo que muchas otras actrices habrían aspirado: fue dirigida por D. W. Griffith, Tod Browning y William Wyler; por los fabricantes de epopeyas más célebres de su época, Cecil B. De Mille y Victor Fleming; se divirtió filmando con Hal Roach o cantando y bailando para Gregory LaCava y Woody Van Dyke. Filmó varias películas en Inglaterra y cuando viajó a México con motivo del rodaje de La Zandunga, su recibimiento, la devoción que manifestaba el público, alcanzó tal nivel de apoteosis que acabó por admitir: "Nunca pensé que los mexicanos me quisieran tanto".

Si bien es cierto que la lista de sus abundantes amoríos supera, por mucho, a su filmografía, los nombres de Douglas Fairbanks, Errol Flynn y Arturo de Córdova, no son poca cosa. Gary Cooper fue la gran pasión de su vida y Johnny Weissmuller, el entrañable Tarzán en blanco y negro de tantos matinées infantiles, a pesar de sus incompatibilidades, fue el hombre que más la quiso: Soy una persona diurna, ella es nocturna. Le encantan las fiestas, yo las odio. Bebe y fuma constantemente, yo no. Disfruto cuando estoy en el agua nadando o navegando, en cambio a ella no le gusta el agua... pero nada de eso me importa porque de veras la amo.

Su muerte a los treinta y pocos años era inevitable. No se puede lucir eternamente joven cuando se ha alcanzado la senilidad. Por eso recordaremos siempre a Marilyn o a James Dean tal y como los vimos en las películas. No dejaron descendencia que nos permitiera imaginarlos abuelos. Ellos, como Lupe, adquirieron la condición de irreales. Su vida, decía al principio, dejó de pertenecerles, formaba parte del imaginario colectivo, era del dominio público. Entonces, la única posesión que todavía les quedaba, ajena a los demás, era su propia muerte. Tal vez de ese modo lo pensaron y procedieron a consumarla.

El sueño de Guadalupe Villalobos llevó por nombre Lupe Vélez. Así es como ha sobrevivido cada vez que aparece en la pantalla: siempre joven. Eso no es vida ni muerte, es pura magia.

Si la vida de Lupe Vélez se merece una novela, su muerte es leyenda.                                                                                                                                                  
Jules Etienne

(Los textos en cursivas forman parte de la novela Una serenata para Lupe).

*Olive Thomas fue designada la mujer más hermosa de Nueva York en 1914, a la edad de veinte, y pionera en el uso del término cover girl ya que sería portada de revistas de la época como el Saturday Evening Post. Dejó huella durante su breve carrera en el cine silente como baby vamp: por ella se acuñó el término flapper, que después se volvería de uso común. Estaba casada con Jack Pickford, su segundo marido, cuando se suicidó en un lujoso hotel parisino, un mes antes de cumplir veintisiete años.

1 comentario:

  1. Es muy interesante conocer la vida de un personaje tan interesante e intenso como Lupe, da gusto saber que una Latina causo tanto revuelo en el mundo de Hollywood.

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